El coitus interruptus

martes, 28 abril 2009 0

Los que me conocen saben que puedo pasar horas, literalmente, en cualquier tienda que venda libros o películas, y si son ambas cosas a la vez, el resultado puede ser exasperante, incluso para el más paciente de los acompañantes. No hay método de evasión más eficaz para un servidor, sólo por debajo de una buena película o un viaje inesperado.

Hace unos días descubrí que frente a mi casa han abierto una tienda de libros. ¡Qué gran noticia! Ya no habría que coger el coche para poder disfrutar de una tarde perdido entre estanterías plagadas de libros. Miré el reloj, las tres de la tarde, y seguía abierta: mejor aún, no cerraba a mediodía. Así que comí rápido y me planté allí.

Espaciosa, moderna, pero llamó mi atención los pocos libros que había: uno o dos ejemplares, incluso de los títulos de más rabioso tirón comercial. Cada estantería estaba bautizada por el tipo de libro que albergaba: una rezaba «Literatura», otra «Viajes», otra «Cocina». Y de repente: Libros religiosos. Siguiente estantería: libros religiosos, libros religiosos, libros religiosos, libros religiosos infantiles. Y así el resto de la tienda. Uno de ellos estaba consagrado al Opus Dei. Así que ya entendí que no estaba en una librería normal y corriente. Menudo chasco. Menudo coitus interruptus.

Ojeé los estantes. Hojeé los libros. Una especie de tristeza se apoderó de mí cuando de repente vi el siguiente ejemplar: Homosexualidad y esperanza, Terapia y curación en la experiencia de un psicólogo, de Gerard J.M. van den Aardweg.

Dos palabras sobresalen de esa portada, dos palabras que están de más, que no encajan, como si fueran piezas de otro puzzle, dos palabras que nadie debió colocar ahí: una de ellas es esperanza, la otra es curación. Del mismo modo que está prohibido publicar libros que enaltecen el terrorismo o los crímenes contra la humanidad, deberían prohibir que se publicaran libros así. Sentí rabia, vergüenza de vivir en un país donde estos libros descansan en determinadas librerías, y una profunda tristeza. Me marché y dudo que vuelva a pisar esa tienda.

Menudo coitus interruptus.

Continuaré hablando de libros y librerías. Hablaré de la pésima atención al público de la Fnac en Murcia y del excelente servicio de las tiendas Bertrand, que son pocas, pero que rozan la categoría de librería perfecta. Y por supuesto, hablaremos de Diego Marín, el mejor librero del mundo. Hasta entonces.

-Roque.

4 comentarios
  • Isaac Barragán
    abril 28, 2009

    es indignante…. y te doy toda la razon del mundo…. que vergüenza !!!

  • Javier
    abril 28, 2009

    Que no, que haces muy mal en olvidar el lugar. Lo que hay que hacer es difundir donde está ubicada esta librería y advertir a todo el mundo de que a pesar de todo existen estos lugares donde encontrar las herramientas necesarias para aquellos que aún no tiene claro quienes son, donde están, de donde vienen y a donde van. especialmente dedicado para aquellos que aún no saben de qué y quién son fruto. En fin, vivimos en un mundo que nos sorprende cada día a los que tenemos la fortuna de vivirlo. Asi que lástima que no mostrara tu cámara más portadas de pseudomanuales de estos. Entiende que no queda más remedio que todo el mundo justifique su grado de inteligencia emocional y por tanto su dependencia. de dónde desciende el/la aleman que ha escrito semejante libro?. Sería interesante conocer el «pedigree» de este personaje.

  • skyzos
    mayo 5, 2009

    Totalmente de acuerdo con Bertrand. De la Fnac no digo nada, porque soy de los que prefiere pasar desapercibido (odio el carroñeo tipo «El corte inglés».) Y de librerías como esa, yo habría salido corriendo.

  • José Marcos
    mayo 13, 2009

    Lo que pasa es que eres poco prejuicioso, y eso es positivo y mucho; pero en una librería de libros religiosos, se debe de encontrar eso y muchas más barbaridades.
    La gente de cierta edad podrá creer que así es y difícil debe de ser tratar de cambiar sus puntos de vista, por tanto se les respeta, mejor dicho les respeto.
    Lo que no es permisible, es que no haya una educación sexual adecuada para los jovenes en las escuelas, o que todo quiera ser visto desde el punto de vista religioso.

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