Los monstruos de la Universal (VI): desmontando al monstruo

jueves, 29 octubre 2009 0

¿Quién es el protagonista? ¿El monstruo o el héroe? ¿Quién es la víctima? Hasta el momento nos hemos venido refiriendo al protagonista como al héroe que acaba destruyendo al monstruo. Pero basta con un pequeño acercamiento a estos filmes para darnos cuenta de que esta afirmación puede ser incorrecta. En ocasiones es tan protagonista el monstruo como el héroe, cuando no lo es más. Y esto no es una excepción. Así sucede ya en Drácula. La presencia del vampiro en pantalla es aplastante respecto a la del resto de personajes, siendo en este caso el héroe, Van Helsing, un mero títere que aparece y desaparece de la pantalla al son del rumano.

Los monstruos de la Universal pueden aparentemente ser muy diferentes entre sí. Cada vez que se ofrecía una nueva criatura en pantalla, ésta era diferentes de las anteriores. Sin embargo, un mero análisis de ellos nos lleva  a la conclusión de que conservan muchos rasgos en común. Pongamos por ejemplo La Momia. Ésta llegó tras los estrenos y sucesivos éxitos de Drácula y de Frankenstein. Aparentemente los guionistas de Universal estaban ofreciendo un personaje nuevo a los espectadores: una momia devuelta a la vida en el lejano El Cairo que bajo el hechizo de una ancestral maldición se ve arrastrada a recuperar a su viejo amor, aunque para ello tenga que cometer los más horribles crímenes. Pues bien, como ya dijimos con anterioridad, el personaje de la momia no es más que una fusión entre los caracteres de Drácula y Frankenstein: inmortalidad, amor predestinado, poderes hipnóticos, etcétera. Podemos, pues, hablar de nuevo personaje, pero dentro de unos parámetros muy concretos que ya habían quedado fijados previamente; lo que denota en cierto modo la falta de riesgo al que se querían ver sometidos en el estudio.

Otra interesante clasificación de los monstruos de la Universal es por la naturaleza humana o no. Los grandes clásicos siempre han tenido ese componente antropológico, aunque según avanzamos en el tiempo esto fue cambiando:

  • Origen humano: Drácula, Frankenstein, el hombre lobo, el hombre invisible, la momia, el fantasma de la opera.
 Algunos de ellos devueltos a la vida, otros de ellos fabricados ad hoc y otros simplemente transformados en bestias, pero en cualquier caso seres humanos con intereses y conocimientos más o menos racionales.
  • Origen no humano. La criatura de la Laguna Negra. La conocida como la Era Atómica influyó notablemente en el concepto de terror del público, sobretodo a partir de los años 50. La galería de monstruos de repente se vio invadida por animales prehistóricos, alienígenas, insectos y arácnidos de tamaños descomunales atacando ciudades. Podríamos decir que el cine de terror dio pie al género de ciencia ficción, aunque no se trate del mismo.

También es importante subrayar que todas las grandes criaturas del cine de terror de Universal, siendo originalmente masculinas, tuvieron su versión femenina. Tal vez la más popular de ellas sea La novia de Frankenstein. Pero incluso las demás, Drácula (La hija de Drácula) o El Hombre Lobo (La loba humana) tuvieron su versión femenina. Aunque es conveniente resaltar que en ambos filmes no se puede ver a las terroríficas damas “en acción”.

Pasemos pues a comentar los grandes elementos comunes de la galería de monstruos.

    • Origen literario o teatral. 
Muchas de nuestras criaturas tienen su nacimiento en las páginas de exitosos libros de la época o sobre las tablas de los escenarios de Broadway. Drácula, Frankenstein, la Momia, el hombre invisible o el fantasma de la ópera son los más claros ejemplos. Es la primera vez en el cine donde se asegura que el éxito de una novela o de una adaptación teatral, certificará a su vez el éxito de la película. De hecho, esta afirmación se puede adelantar incluso al nacimiento de la Universal. El propio F. W. Murnau, en su adaptación cinematográfica de Drácula, bajo el título de Nosferatu, demostró que esta relación podía ser cierta. Pero al no haber contado con la familia de Bram Stoker, autor de la novela, con su viuda más concretamente, para la gestión de los derechos de autor, la justicia ordenó que la obra fuese destruida. Afortunadamente algunas copias de este precioso testimonio del expresionismo alemán quedaron a salvo de la quema.
 El caso de Nosferatu sentó precedentes en la industria y Universal, como otros grandes estudios, se tomó muy en serio la gestión de los derechos audiovisuales de las obras que llevaba a la gran pantalla.
 No sería hasta mucho más adelante cuando los guionistas de La gran U activarían realmente su máquina creativa para crear monstruos de la nada, absolutamente originales y sin precedentes, como lo puede ser la criatura de la Laguna Negra.
    • Presencia física real. 
Los monstruos de la Universal son reales. Existen, están ahí, pueden tocarte si alargan el brazo. Elemento éste que ha desaparecido del cine de terror actual, donde la abstracción del mal ha llevado a crear “entes” más que “monstruos”.
 Una de las características que hace que estas películas no despierten sentimientos de terror entre el público de hoy día es precisamente esto. La excesiva presencia física de la criatura. El género de terror ha evolucionado a lo largo del siglo XX en busca de nuevos conceptos para despertar este sentimiento en la audiencia, y esa evolución ha sido siempre a favor de la abstracción del mal. Una simple comparación de cualquier película de Universal de esta época con un clásico de terror más reciente, como por ejemplo, El Exorcista, nos demuestra esta afirmación. Regan, la protagonista del mencionado film, no es más que el recipiente del mal: el demonio. No le vemos, no sabemos cómo es, podemos intuir de él símbolos, voces, gestos, miradas, pero siempre a través de la niña. Esta abstracción hace del terror algo más psicológico y forjó a lo largo de los años una afirmación que hoy día se considera una regla de oro del género de terror: “Produce más miedo lo que no se ve, que lo que se ve”. 
Esta premisa no suele darse en Universal, donde el monstruo tiene una presencia en pantalla notable, en ocasiones excesiva, como puede suceder en La mujer y el monstruo.
 Ni siquiera este planteamiento fue adivinado en El hombre invisible, donde la propia naturaleza de la historia hacía muy fácil ese avance narrativo. Por el contrario, Whale prefirió “mostrar la invisibilidad” del enloquecido científico.
    • Motivación.
 Otro elemento éste que ha evolucionado considerablemente a lo largo de los años en el desarrollo del cine terrorífico. Nuestra galería de criaturas y monstruos actúan motivados por algo en concreto. En ocasiones será una necesidad de alimentarse, en otras de vengarse y en otras de perpetuarse, pero siempre la encontraremos. Podríamos hablar de un terror “racional”, en la medida en la que todos ellos tienen una razón para comportarse de ese modo. Drácula necesita beber sangre para subsistir; Frankenstein busca comprensión y un amigo; la momia intenta resucitar un amor milenario.
 Incluso los menos “racionales” a simple vista, como son el hombre lobo y el hombre invisible, esconden motivos para justificar su comportamiento. La del primero no es más que el comportamiento natural del animal en el que se ve convertido cuando hay luna llena; la del segundo es la creación de un ejército de hombres invisibles que le ayuden a conquistar el mundo.
  • Un talón de Aquiles.
 Ya lo hemos mencionado anteriormente. Forma parte del juego, de la trama de estas películas. El guionista necesita y el espectador espera que exista algún modo o estrategia que permita acabar con el monstruo. Para cada uno de ellos existe un ritual a través del cual cese el mal y reine la paz de nuevo. Drácula será destruído con la luz del sol o con una estaca atravesándole el corazón. Frankenstein debe ser “desmontado” en la mesa de operaciones. Una bala de plata es lo único que puede acabar con el hombre lobo. Los propios productos químicos que ingiere el hombre invisible son su sentencia de muerte.
 Esto es, como ya analizaremos más adelante, el monstruo ha de ser destruído. El público ha de abandonar la sala sabiendo que todo ha terminado y que las aguas han vuelto a su cauce. Así sucede en la mayoría de filmes de esta época, en lo que se vino denominando como happy ending, es decir, “final feliz”. Y precisamente, en la mentalidad de los guionistas de Universal no cabía otro final que este happy ending de la destrucción del monstruo.

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