1981 es uno de esos años en los que la producción de cine, y del bueno, fue más alta de lo habitual. Hay innumerables títulos que ahora reposan en los libros de Historia del Cine que vieron la luz en este año. Ejemplo de ello es el inicio de la saga de Indiana Jones. Muchos os preguntaréis que cómo no he escogido En busca del arca perdida como película de este año, y la respuesta es bien sencilla: no fue la primera película que vi de Indiana Jones ya que apenas tenía 5 años. Tendría que esperar un poco más, hasta la llegada del segundo episodio de la saga, para descubrir al arqueólogo aventurero.
1981 fue también el año de la genial Das Boot, mi película claustrofóbica por excelencia y una de las mejores sobre la II Guerra Mundial, con una inolvidable banda sonora de Klaus Doldinger que, si no conoces, aún estás a tiempo de hacerlo en Spotify.
También fue el año de Carros de fuego, que nunca he conseguido ver del tirón porque siempre me quedo dormido en el minuto 10; el año de Furia de titanes y sus deliciosos efectos especiales, que hace poco volví a ver para encarar el remake; Arthur con Liza Minelli; Rojos, película harto complicada; Piraña 2, bochornosa opera prima de James Cameron, de teta y culo, que narra el delirante ataque de unas inteligentes pirañas marinas voladoras (sic); o El cartero siempre llama dos veces, ejemplo de película al rojo vivo, como la que nos trae aquí hoy.
Pero antes de entrar de lleno con Fuego en el Cuerpo, me gustaría hablar de dos importantes –para mí, claro– películas de este año. Por un lado, El ente, película que no he descubierto hasta hace relativamente poco y que me sorprendió porque, a pesar de tener todos los elementos del género de terror de la época, no ha pasado bien el tiempo por ella, como por Poltergeist, Al final de la escalera o El exorcista. Es un ejemplo de ese terror de finales de los 70, que ya no se hace, y que maneja los tiempos de manera sublime y juega con la psicología de la situación más que con la del hecho paranormal en sí; películas de fotografía sobria, decorados sobrios y movimientos de cámara sobrios.
Por otro lado, quiero mencionar El estanque dorado. Aquel año, Henry Fonda se despedía de nosotros con esta deliciosa película acompañado de alguien que ha dejado una huella indeleble en mí, Katherine Hepburn, la pelirroja de hierro, probablemente la mujer más notable de Hollywood. Esta película, de cuyo primer visionado tengo un recuerdo vago e impreciso, no pasó desapercibida ante mis ingenuos ojos: algo estaba pasando delante de mí, y ese algo era el milagro del cine.
Pero sin lugar a dudas, la película de 1981 que más me influyó es Fuego en el cuerpo, de Lawrence Kasdan protagonizada por William Hurt, Kathleen Turner, Ted Danson y Mickey Rourke, entre otros.
¿Eras demasiado pequeño para Indiana Jones y no lo eras para Fuego en el cuerpo? Obviamente, no vi esta última hasta mucho tiempo después, hasta mi adolescencia, que es precisamente cuando el cine cala más hondo. Además, no están reñidas ambas películas: Lawrence Kasdan no sólo es el director de Fuego en el cuerpo, sino guionista de En busca del arca perdida.
Esta es la historia de un abogado de segunda, Ned Racine (William Hurt), que conoce en un bar del Sur de Florida, durante una calurosa noche de verano, a Matty Walker (Kathleen Turner), la sensualidad y el pecado hechos carne. Aunque ella está casada, eso no les impide iniciar un tórrido romance, que pronto se dará de bruces contra un molesto obstáculo: el marido, rico y celoso. Un acuerdo prenupcial garantiza que la única manera de que Matty reciba el dinero de Edmund es si él falleciese. Ned empieza a tramar un plan para conseguir eso mismo, sin sospechar que tal vez Matty no es lo que parece ser.
¿Y qué tiene para haberme marcado tanto?
- Pues para empezar, Kathleen Turner, ese icono femenino y salvaje de mi infancia, la Sofia Loren de mi generación. Porque la Turner salía en pantalla y comenzaba a subir la temperatura de la sala. Body Heat, Fuego en el cuerpo, fue su primera película, y no paró un instante en los sucesivos años: Tras el corazón verde, El honor de los Prizzi, Julia y Julia, El turista accidental o La guerra de los Rose, fueron títulos que no se escaparon a mi voraz sed de ella. Y cómo ardía la pantalla.
- William Hurt, que representa perfectamente el papel de mal abogado, de anti-héroe, de hombre a medias, de pobre hombre, de cualquiera de nosotros, de tu vecino o de ése que pasa por ahí.
- Con el cine negro me pasa como con el café: o es muy bueno o no me lo puedo tomar. Fuego en el cuerpo tiene todos los elementos del buen cine negro de los 40 o 50: la atmósfera, los decorados, el ambiente espeso casi irrespirable. Hubo un intento a finales de los 70 y principios de los 80 por recuperar ese cine en lo que los americanos denominaron neo noir: Chinatown o El cartero siempre llama dos veces son otros ejemplos. De hecho, si te gusta Perdición todo serán paralelismos: Ned, Matty y Oscar son Walter, Phyllis y Keyes, respectivamente. Pero voy más allá: si nunca has visto una película de cine negro, ésta bien podría ser la primera.
- Dos elementos explosivos: el calor y el sexo, menuda combinación. Ambos forman parte de la médula espinal de la trama: combustión lenta. De ahí van cayendo en cascada, como gotas de sudor que resbalan por una espalda estremecida, la seducción, el crimen y la lujuria. Una realidad distorsionada por noches asfixiantes y pasiones sin control, una realidad que en las películas de los 50 sólo podíamos imaginar y que ahora tenemos la oportunidad de ver.
- Y todo ello aglutinado por la música de John Barry, un inolvidable saxofón que quedará grabado en tu subconsciente para siempre.
- Y unos diálogos para la Historia:
─ No deberías llevar esa ropa.
─ ¿Por qué? Sólo es una blusa y una falda.
─ Entonces no deberías llevar ese cuerpo.
En definitiva, Kasdan trajo al color una sensibilidad que hasta el momento sólo había conocido el blanco y negro y consiguió forjar uno de los thrillers más significativos de los 80, y como ya os he dicho, una de las películas que más me influyó. Permitidme un consejo para estas calurosas noches de verano: apagad las luces de casa, abrid las ventanas y dejad que la brisa meza las cortinas. Servíos una bebida fría, poneos Fuego en el cuerpo, y dejaos llevar por el peligroso juego de la seducción de la mano de Kasdan, Turner y Hurt. Ya me contaréis.
¿Cuál fue tu película de 1981?
-Roque.
julio 20, 2010
¡Guau! A ver… no he visto «Fuego en el cuerpo», y mira que la han puesto veces en la tele (o al menos, recuerdo que la han puesto). De todas formas, cada recomendación tuya va a misa (ahora sólo me falta la brisa, que aquí no se mueve ni una hoja).
Sin duda, «En busca del arca perdida». No la vi en su momento (también era pequeño), y no sé si cuando la vi, ya había visto la segunda. Pero recuerdo que cuando la vi, Indiana Jones ya estaba dentro de mí.
Tienes razón en eso de que en la adolescencia las películas calan más hondo. Tal vez por eso ya no soy capaz de encontrar una película que me entusiasme hasta desear cambiar la vida.
OLI I7O