Tener la oportunidad de ver una película de Martin Scorsese en el cine es comparable, saltando en el tiempo, a la que tuvieron otras generaciones al poder ver películas de Alfred Hitchcock o de John Ford en la gran pantalla. Es algo que no se puede dejar pasar, porque con Scorsese el buen cine siempre está garantizado. Y si a eso le sumamos que desde hace un tiempo se ha vinculado a él uno de los actores con más talento y más futuro de Hollywood, el gran DiCaprio, el cóctel no puede ser más sugerente.
Shutter Island no está siendo plato del gusto de todos, lo sé, muchos me lo advirtieron. Pero después de verla, puedo decir que se trata de una película notable, aunque difícil e incómoda, y creo que de ahí, lo impopular. Es posible que esta película de cine negro, como dictan los cánones, no llegue al corazón de la gente, pero es lo que tiene introducirse en una historia que viaja a lo más recóndito de la locura y la paranoia humana, una bella fotografía de la angustia y el miedo con la fuerza narrativa que tanto caracteriza a Scorsese. Un marco incomparable: una isla, un manicomio, un huracán.
DiCaprio, gigante, muestra su lado más explosivo.
Si alguna vez me has querido, haz el favor de callarte.
Le espeta a su mujer, encarnada por Michelle Williams, fantástica siempre. Y otro lujo para la mirada: Ben Kingsley, magnético, y Max Von Sydow, amen. Impagables. Eléctricas las escenas en las que andan juntos los tres caballeros.
Soberbia puesta en escena. Banda sonora de corta y pega, pero excelente selección musical, lista para oír en Spotify, especialmente interesante el tema This Bitter Earth / On the Nature of Daylight.
No niego que Shutter Island tenga sus defectos, que los tiene, pero creo, al mismo tiempo, que es una oportunidad brillante para adentrarnos en el gótico mundo de pesadilla de Martin Scorsese, una oportunidad que no habría que dejar escapar.
-Roque.
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