La investigación y el guion

viernes, 28 noviembre 2014 0

Después de unos ajetreados días en los que hemos estado colaborando activamente con el VI Festival Internacional de Cine para la Diversidad Andoenredando de Torre Pacheco, donde se ha presentado nuestra película El regreso de Elías Urquijo y se ha hecho una retrospectiva de mis trabajos, es hora de continuar con la rutina diaria.

En este momento, entre otras cosas, me encuentro trabajando en un nuevo guión cuya trama se desarrolla en el mundo del toro. Desde que he empezado a trabajar en este texto he notado un gran rechazo por parte de muchos hacia el mundo taurino. Lo entiendo. Yo no soy antitaurino, aunque tampoco soy un aficionado, y aunque es innegable que el toreo forma parte de nuestra cultura y es una de nuestras señas de identidad característica como país y como cultura, no deja de ser un acto de muerte de un animal que juega en desventaja. Pero no cabe duda de una cosa: la tauromaquia –para bien o para mal– nos distingue y quiero reflexionar sobre ella, precisamente ahora, cuando los tiempos parecen soplar más en su contra.

En el proceso de construcción de una trama y su escritura, cuando no puedes tirar ni de la memoria ni de la imaginación, no te queda más remedio que entregarte en la investigación, en mi caso del mundo del toro y sus profesionales. Para desarrollar la trama y los personajes de esta historia no me queda más remedio que sumergirme en un mundo desconocido. La investigación es esencial para la escritura de un guión ya que cuanto más conoces el mundo en el que te adentras, mejor puedes hacerles llegar a tus espectadores el mensaje.

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He descubierto que el mundo del toro es un mundo muy cerrado, blindado para los que vivimos ajenos a él, pero que cuando te abre sus puertas está lleno de gente generosa, noble y con muchas ganas de ayudar. Recientemente he tenido la oportunidad de asistir a varias clases de la escuela de tauromaquia que dirige y apadrina el ex matador de toros Pepín Liria. He pasado unas jornadas muy interesantes con ellos, en las que les he visto entrenar duro, obedecer escrupulosamente las órdenes que José María, el instructor, les iba dando uno a uno, armado con mi cuaderno, la cámara de fotos y la grabadora de audio. He visto a niños con verdadera vocación trabajar duro para alcanzar el sueño de ser matador de toros, he visto a adolescentes entrenar apasionadamente para exponer su vida al peligro de colocarse frente a un animal que multiplica por diez su peso.

En este proceso de investigación la ayuda que me está aportando mi gran amigo Miguel Angel Caparrós es imprescindible. Desde aquí quiero darle las gracias por su colaboración inestimable. También quiero agradecerle al maestro y figura Pepín Liria su paciencia respondiendo a todas mis dudas y preguntas, al maestro José María y a todos los chavales que cada semana asisten con disciplina a su cita en la plaza de toros.

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