Con esta obra se culmina el proceso de idiotización al que nos tiene sometidos Hollywood de un tiempo a esta parte. Pequeño paso atrás en los efectos especiales, especialmente después de películas como King Kong de Peter Jackson, pero una opción para un sábado de agosto. La sesión golfa del Kinepolis está a reventar. Hasta un matrimonio lleva a su hijo de cuatro años bien entrada la medianoche. La crisis se llevó por delante el presupuesto para la canguro.
La película se desinfla con un par de traiciones al pacto de verosimilitud que firma en los primeros minutos. En fin, la trama llega exhausta al último acto, desluciendo considerablemente el numerito del Golden Gate.
Sobre James Franco, una aclaración: este chico según la película, puede salir feo, normal o guapo. En esta le toca salir normal. Eso es así.
En resumen: ya me había parecido que Tim Burton había bajado el listón del mundo simio. Pues no, seguimos sin tocar fondo.
Feliz verano.
-Roque.
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