Sí, le quiero. Adoro sus camisas de cuello y puños almidonados y la forma en que se abrocha mal el chaleco. Es alto como una jirafa y por eso le quiero, lo quiero porque es esa clase de tipo que se emborracha con un vaso de leche. Y me gusta el modo en que se ruboriza hasta las orejas. Le quiero porque no sabe besar, ¡el tonto! Le quiero, Joe, es lo que intento decirte. No le volveré a ver más… pero no me casaré contigo. Aunque ates una tonelada de cemento a mi cuello y me tires al río como hiciste con los otros.
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