Cuando llegué a tu casa el otro día, ¡qué mundo tan extraño apareció a mis ojos! Me quedé hechizada. Jamás hubiera podido soñar, en plena calle de Aribau, un cuadro semejante al que me ofrecía Román tocando para mí, a la luz de las velas, en aquella madriguera de antigüedades… No sabes cuánto pensaba en ti. Cuánto me interesabas por vivir en aquel sitio inverosímil. Te comprendía mejor… Te quería. Hasta que llegaste… Sin darte cuenta me mirabas de un modo que estropeabas mi entusiasmo. De modo que no me guardes rencor por querer entrar yo sola en tu casa y conocerlo mejor. Porque no hay nada que no me interese… Desde esa especie de bruja que tenéis por criada, hasta el loro de Román…
LAFORET, Carmen. Nada.
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